
En aquel momento tomé la determinación: cada año ascendería un peldaño, alejándome un poco más de la seguridad de la planta baja, para acercarme hasta la puerta que vislumbraba en su cumbre, entre las sombras que las lámparas no consiguen despejar.
Hoy, en el día de mi vigésimo quinto cumpleaños me hallo en lo más alto de la escalera, y cuando miro hacia atrás, tengo conciencia de los años transcurridos, de las interminables noches dando vueltas entre las sábanas, incapaz de hacer frente a las pesadillas provocadas por lo desconocido que me aguarda al otro lado de esta puerta.
Tomo aliento, retengo la respiración, giro el pomo ya oxidado; la puerta gira sobre sobre sus goznes; no hay vuelta atrás.
Al otro lado me aguarda una habitación vacía, con paredes descarnadas y un insoportable olor a humedad.
Me siento defraudado; esperaba más de mis miedos infantiles.
Ilustración: Verónica Cabanillas Samaniego
Técnica: Tinta líquida negra sobre canson blanco
Este relato apareció publicado el 30 de enero de 2012 en el blog La Esfera Cultural, en el siguiente enlace.
Deja tu Enarmonia
Publicar un comentario
Gracias por tus pensamientos