sábado, 6 de julio de 2013

"La opresión de cronos", tercer premio en el concurso "Guillermo Meneses"

Lo cierto es que no estoy acostumbrado a lo que me ha ocurrido hoy, pero me parece un medio tan bueno como otro de enterararse de una buena noticia.

Hoy no he podido conectarme a internet hasta las ocho y media de la tarde, más o menos, y para mi sorpresa, me he encontrado con mensajes que me felicitaban por haber obtenido el tercer premio en el Concurso literario "Guillermo Meneses". Rápidamente acudí a la web de Necedades del cuervo, donde figura el fallo del certamen, y pude comprobar lo que ya me habían adelantado. Mi agradecimiento a los miembros del jurado, y a la organización por incluir mi relato entre los mejor calificados.


A veces sucede que el fallo de los concursos literarios se retrasa (a veces el concurso simplemente se difumina y desaparece sin que llegue a publicarse el fallo), por lo que tampoco realizo un seguimiento exhaustivo, pero esta vez, al menos para mí, he tenido una original forma de enterarme.

Aquí tenéis el nombre de los autores que han ocupado los cinco primeros puestos:

Primer lugar: Diego Germán Niño con el relato "Alejandra"
Segundo lugar : Eleazar Daniel Rodríguez Navarro con el relato "Euthanados"
Tercer Lugar: Juan José Tapia Urbano con el relato "La opresión de Cronos"
Cuarto lugar : Mlca María Rosa con el relato el "El faro" (el nombre está copiado tal cual de la web. Puede contener un error)
Quinto lugar: Mónica Novarese con el relato "Desapariciones"

Enhorabuena a todos ellos, y a los finalistas.

Dado que en las bases se especificaba que el relato debía ser inédito tan sólo hasta producirse el fallo, y éste ya se ha dado, a continuación os dejo mi pequeña historia por si queréis dedicarle algo de vuestro tiempo.



La opresión de Cronos

Ahora que se aproximaba el final, sentía que toda su vida no había sido más que una continua huida hacia delante, una carrera sin meta aparente, cuyo único objetivo parecía ser mantenerse en movimiento, evitando ser alcanzado por los acontecimientos.

Era un hecho que semejante estrategia le había servido de bien poco, aunque se resistía a darles la razón a quienes aseguraban que la lucha contra el tiempo, ese cruel dictador que todo lo puede, era poco menos que una quimera.

Carlos no se conformaría con tan poco, no le podía bastar con dar por buenas las palabras de quienes, desprovistos de la fuerza que él albergaba en su interior, se habían rendido ante la opresiva omnipotencia de un ente sin rostro, que no por ello dejaba de hacerse presente allí donde fuese. Carlos miraba unas manos que las arrugas habían invadido, y que no reconocía ya como suyas. El espejo se negaba a devolverle la imagen que tantas veces había visto al enfrentarse a él. ¿Debía aceptar su derrota, o perseverar en una lucha abocada al fracaso?

Pero no, él no cejaría en su empeño, no pasaría a engrosar las filas de los que doblaron la rodilla frente al imperio gobernado por las agujas del reloj. Habían sido muchas las probaturas, numerosos los fracasos, y demasiadas las esperanzas que se habían desvanecido por el camino, pero finalmente lo había encontrado; él, Carlos Valdivia, había conseguido hallar el modo de hacer frente a tan aguerrido contrincante.

Acercó su tembloroso dedo hasta tocar el reloj de arena, y lo volcó sobre la mesa. Al momento, los diminutos granos de arena dejaron de caer.

Después de todo, no había resultado tan difícil.

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