El viento alborotaba mis cabellos mientras veía pasar la larga hilera de ventanas frente a mis ojos. Incluso llegué a reconocer las que había limpiado el día anterior, pues en ellas mi cuerpo ser reflejaba con una nitidez frente a la que nada podían aquellas que aguardarían eternamente el paso de mi rasqueta.
Durante la entrevista ya me habían advertido que aquel empleo me conduciría hasta lo más alto, pero la calle que aguardaba mi llegada me hablaba de la innegable atracción que se ejerce entre los opuestos.
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