sábado, 3 de noviembre de 2012

El narrador de un relato

A la hora de enfrentarse a la escritura de una historia, uno de las decisiones que debe tomar el autor se refiere a la pesona que actuará como narrador de la misma. Puede parecer una elección simple, pero esta condicionará sin duda el modo en que la historia llegará hasta el lector.

Personalmente, siento predilección por la primera persona, es decir, que sea el propio protagonista quien nos vaya relatando lo que le ocurre, pues nos permite adentrarnos en su mente y conocer de primera mano sus sentimientos, pensamientos, inquietudes... Es sin duda la técnica que con mayor probabilidad conseguirá que quien se acerca a conocer el relato quede atrapado por él, identificándose con el personaje al compartir sus temores y esperanzas. Nos permite convertirnos en el protagonista, pudiendo llegar a olvidar que no somos nosotros quienes estamos viviendo la historia.

Sin embargo, el empleo de la primera persona tiene un problema: ¿qué ocurre cuando suceden acciones de las cuales el protagonista no tiene conocimiento por encontrarse en otro lugar, incluso en otra época? Es en este sentido donde la tercera persona triunfa, donde ese narrador ominisciente que todo lo sabe puede describirnos cualquier pequeño aspecto, conocedor de primera mano de la psique de todos los personajes, capaz de introducirse en su pensamiento y extraer de él sus ideas y propósitos. Desde cierto punto de vista se le puede ver como un ser todopoderoso que se encuentra por encima del bien y del mal, que nos llevará de la mano a lo largo de la narración.

Existe un modo de solventar el problema que he mencionado en relación a la primera persona, y pasa por el emplear la primera persona múltiple. ¿Qué es esto? Se trata de hacer que no sea siempre el mismo personaje quien relata los hechos desde su propia perspectiva, sino que el testigo vaya pasando de unos a otros. Es una técnica que he empleado en una de mis novelas (aún inédita), donde, pese a contar con un protagonista que lleva la voz cantante durante casi toda la historia, en algunos capítulos es algún personaje secundario quien la narra, ofreciendo una nueva visión que permite al lector conocerle mejor, y puede ayudar a darle mayor dinamismo al texto, aparte de ofrecerle otra perspectiva.

Pensando en estos párrafos que ahora escribo, me planteé el empleo de la segunda persona en una narración, y tras realizar algunos esbozos en mi mente, llegué a la conclusión de que daría lugar a relatos extraños a los que no estamos acostumbrados. No me he dedicado a investigar si es una técnica empleada por algún escritor, pero propongo a quien tenga inquietudes literarias que se aventure a investigar este campo.

Un ejemplo:

Abres los ojos y los diriges hacia el techo. Puedes sentir su opresión, cómo te enclaustra ayudado por las paredes que te observan, dispuestas a abalanzarse sobre tí. Sin tiempo para buscar las zapatillas, te incorporas y corres descalzo hasta la cocina. La luz de la nevera te ciega, pero tu mano acierta a aferrarse al paquete de leche. Mientras el líquido resbala por tu barbilla, contemplas el insomne reloj de pared, trabajador incansable. "Otro lunes" -te dices resignado.

En este pequeño relato he empleado el presente, por considerarlo más adecuado. Este es otro tema del que se puede hablar bastante, pues habitualmente es el tiempo pasado el que predomina en los textos narrativos. El presente, sin embargo, ofrece una inmediatez que dota a la la historia de una frescura y un ritmo únicos. Una de mis últimas novelas cortas (inédita también), fue escrita íntegramente en presente. Esto obliga a hacer un pequeño reseteo de nuestro modo de escribir, habituado como digo al empleo del tiempo pasado.

Y ahora, a seguir escribiendo.

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