sábado, 28 de septiembre de 2013

Cómo escribir una novela (IV): el esquema

Cuento con que aquellos que tuvieron la deferencia de leer los tres capítulos que precenden al presente no estuvieran esperando el cuarto como agua de mayo, dado que éste se ha tomado su tiempo para aparecer. La vida pasa por diversas etapas, y en estos momentos me encuentro en una en la que mis oportunidades de pasarme por esta pequeña ventana al mundo para dejar mis impresiones son limitadas. Aún así, me niego a dejar que la maleza cubra este blog, y de vez en cuando tengo a bien adecentarlo un poco con las tijeras de podar.

Tras esta magnífica introducción, paso a comentaros lo que hoy me trae aquí; ya tenemos la idea de nuestra próxima novela, esa que nos hará salir del anonimato para encumbrarnos en el olimpo literario, pero no estaría mal que la historia fuese un poco más allá, y no se limitase a un par de líneas. Una idea está muy bien, qué duda cabe, pero si se acompaña de un poco de contenido, sin duda mejorará.

Tenemos que desarrollar nuestra ideal genial, y como siempre, hay cientos, miles de posibilidades de acometer esta tarea fundamental, pero yo os contaré mi método, pues es el que mejor conozco. A partir del la idea germinal, comienzo a escribir una historia básica a modo de telegrama, trazando tan sólo los rasgos fundamentales del relato, sin profundizar. De este modo, esa idea que ocupaba unas líneas se puede convertir en toda una página, y con suerte incluso dos.

Algo importante es tener claro cómo terminará la historia. Comenzar a escribir sin conocer el desenlace conduce a un callejón sin salida, que puede obligarnos a cambiar todo lo que habíamos planeado para conseguir ese broche final que echamos en falta. No, ten clara cuál es tu historia, con su comienzo, su desarrollo, y su final apoteósico, y entonces podrás escribir con cierta seguridad en que llegarás a ver tu obra conclusa.

Una vez que tengo la trama fundamental de mi historia, me gusta buscar una segunda trama, que enlazándose con la anterior, ayude a darle mayor contenido e interés. Puede tratarse de una historia secundaria, con mayor o menor importancia en el desenlace de la principal, pero que al menos a mí me parece que ayuda a dar una mayor dimensión a la obra. A veces estas quedan muy lineales, y crear una historia paralela ayuda a darle volumen, una nueva dimensión.

Luego podemos releer esa trama básica que hemos escrito, e ir incluyendo nuevos pasajes, detallando algunos otros, o eliminando lo que nos parezca supérfluo. Así, poco a poco tendremos una historia de cinco o seis páginas, el verdadero núcleo de nuestra nueva novela.

¿No te gusta este método? ¡Pues no hay problema! Hay tantas posibilidades como escritores sobre la faz de la tierra, y tú puedes idear la metodología que mejor encaja con tu forma de expresión. Yo suelo hacerlo de este modo, y de momento creo que no cambiaré mi modus operandi.

¿Y tú, cómo te enfrentas a la creación literaria?

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