La organización ha elegido una serie de finalistas, separándolos para cada uno de los pecados. Aquí tenéis los microrrelatos seleccionados por el jurado dentro del apartado correspondiente a la pereza:
EL PRÍNCIPE de Carlos Antonio Benítez Méndez.
PERRITIS de Nicolás Jarque Alegre.
LA ASESINA de Víctor Mero.
EL YACER DEL INDOLENTE de Rafael Llull Llop.
PEREZA MATINAL de David Cortés Celdrán.
ZZZZZzzzzz de Juan Manuel Martínez Albert.
LA PEREZA de Francisco Galiano Sánchez.
PEREZA de Mónica Royo Cazorla.
PEREZA ACTIVA de Ángel Saiz Mora.
PEREZA de Marta Hidalgo Pérez.
PEREZA de Lucía Pradillos Luque.
EL DON DE LOS INMORTALES de Izaskun Albéniz Álvarez de Eulate.
BENEDICTA PIGRITIA de Óscar Casadó Díaz.
UN HOMBRE DE RECURSOS de Juan José Tapia Urbano.
Quien sea observador habrá notado que he puesto en negrita el último seleccionado, que casualmente se llama como yo, y al parecer presentó al concurso un relato que debió robarme, porque coincide con uno que yo escribí en su momento, y que os dejo al final de esta entrada.
Muchas gracias a la organización por incluirme entre los finalistas. Aún no se conoce el nombre del ganador del concurso, pero yo ya me doy por satisfecho con saber que el relato se publicará en un libro que, como dije más arriba, irá destinado a una buena causa.
Un hombre de recursos
Me había esforzado por seguir las enseñanzas de aquel pequeño ser, pero
sin duda había algo que se me escapaba. Hacía sólo unos instantes, aquella
figura diminuta, casi cómica, había sacado un caza espacial del interior de una
ciénaga con el sólo empleo de su mente, y la siempre inestimable ayuda de la fuerza, eso sí.
¿Qué podía tener aquel alienígena de color verde que no tuviera yo? Más
entrenamiento, sin duda, pues eran más de ochocientos años los que lo contemplaban,
pero aparte de eso…
La invención del mando a distancia estará siempre a la cabeza de los
grandes descubrimientos de la humanidad, no tenga duda alguna, pero quizás
olvidaron incluir en el manual de uso que todas sus ventajas desaparecían en el
momento en que era colocado junto al televisor.
Aunque el partido debía haber
empezado en otro canal hacía quince minutos, decidí hacer un último intento por
atraer hasta mí aquel pequeño artilugio siguiendo las enseñanzas de la
marioneta de látex, ¡no iba a dejar que un partido de fútbol me dijese cuándo
tenía que abandonar mi sofá!
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